En el rincón de la casa en el que los vértices inspiran una nueva perspectiva. Allí, me rio a carcajadas tan fuerte que ya no escucho el roce de tus dedos. Porque me contaron una vez que la risa aniquilaba a los monstruos y con tu fría tregua silenciosa te haces parte de ellos. Es triste, lo sé. Pero somos nosotros los que nos enfrascamos en historias que no nos pertenecen, con el único fin de saciar esa curiosidad que, dicen, mató al gato.
Levanto la cabeza y diez centímetros más arriba diviso tu hipocresía, mirándome de frente y desafiando las leyes de la cordura. Sosteniendo mi barbilla para dar el último beso con sabor a cóctel, como el primero. Y no me merece la pena derrochar ternura en tus recuerdos. Aprieto los labios, disipo el beso, miro al suelo. Veo tus principios de papel pinocho. Moldeables con los meses y arrugados por mi rabia. Rabia, ese sentimiento tan absurdo y necesario cuando dejas de saber a qué olían los abrazos.
Sigo en el rincón de la casa en el que los vértices inspiran una nueva perspectiva. Aquí, me apetece escupirte toda esa rabia, desperdigar por tu cuerpo las palabras cortantes y retorcer tus miradas hasta que ambos caigamos desfallecidos. Hasta hoy he esforzado mis límites para rememorar los aplausos del teatro en noviembre y escuchar música del bajo Manhattan al pronunciar tu nombre. Supongo que las leyes universales de los finales semifelices tienen sus barreras, incluso para mí.
Vivimos a base de comparaciones para superar las cribas ajenas y alejarnos, en lo posible, de esos monstruos que mueren al reir. Siempre acabamos cayendo de nuevo. Son cosas de la vida, supongo. Al decir "cosas de la vida" pienso en la hora del desayuno. Quiero decir que, por ejemplo, siempre me ha parecido muy curioso cómo la hora del desayuno se convierte en la hora de los pensamientos encubiertos. Me explico; quedarnos absortos día tras día leyendo las cantidades diarias recomendadas de copos de trigo mientras nuestra cabeza indaga otro corazón, otro cuerpo, otra reconstrucción, otra manera de ser, pensar... Otras cantidades diarias recomendadas del bien merecido odio irracional...
No hay comentarios:
Publicar un comentario