25.7.17

Idas y venidas

Cuando te vayas recuerda apagar las luces, cerrar la puerta con llave y darle dos vueltas al cerrojo. Recuerda, sobre todo, no girarte para descubrir si aún soy espectadora fiel desde la mirilla. Cuando te vayas, procura resguardarte del calor de mi piel y acuérdate también de quitar la escarcha de esa media lengua de Che Guevara. Cuando te vayas, inicia una carrera de fondo hacia el sur y pierde de vista que algún día supuse un norte en tu brújula caprichosa. Cuando te vayas, demuéstrame que a esto le sobraban palabras pero hazlo de un modo elegante: con susurros o caricias que sepan a carnaval.

Cuando te vayas decide hacerlo tan lejos que tus pestañas no causen un efecto mariposa irreversible que acabe meciendo las mías. Cuando te vayas vuelve a leerme, a tragarme, a atosigarme sin agobios. Cuando te vayas, recuerda que te cedí un aliento que, por dejar de pertenecerme, me convirtió en la peor versión de Fred Astaire, incapaz de no pisar los pies al resto de acompañantes. Cuando te vayas, recuérdame dulce como la parte más vulnerable de Marilyn. O evócame fuerte, como aquella Frida de la que tanto te hablé. Cuando te vayas idealízame, por favor, idealízanos.

Cuando te vayas, conviértete en voyeur y busca el placer en hilvanar los pedacitos de mi vida que se corrompen en el boca a boca. Cuando te vayas deshazte de placer pensando en mí pero, te pido con el corazón sobre una mesa de latón, que yo no me entere. Cuando te vayas, ten sueños o pesadillas de esas que te despiertan sin saber cómo, dónde o por qué. Cuando te vayas, quítate el lastre y enamórate de tus inseguridades cuando tu espejo muestre ese reflejo de pretensiones revolucionarias. Cuando te vayas, derríteme y hazme latir. Vuelve a contarme a qué sabe el mundo cuando lames la tinta impregnada en la piel.

Cuando te vayas, piensa en no volver.
Cuando te vayas, de(vuelve)me.