13.4.17

Obsolescencia programada

Ya ha llegado ese momento del año en el que nos toca hacer el cambio de armario. Cambiar los jerseys mullidos por esas camisetas que llevan impregnada la sal del mar. Cambiar bufandas por bikinis, vaqueros por vestidos, abrigos por agua embotellada en el frigorífico. Cada año más o menos siempre al mismo tiempo, aunque todo depende de las inclemencias meteorológicas, toca hacer un cambio, un "reseteo" de todo aquello que, como en el ciclo sin fin de las películas Disney, volverá a aparecer en tan solo unos meses.

Y odio este momento, lo odio con todas mis fuerzas porque me cuesta sintetizar cuando hablo y, por la profusión de adjetivos, me ocurre también cuando escribo. Así que, podríamos decir que soy una de las personas menos prácticas del planeta y un cambio de armario requiere sangre fría y decisión. Yo, de sangre caliente y tendencia a la duda, creo un mundo entre aquello que debería dar, tirar, repartir entre amigas y lo que realmente voy a utilizar. 

Pues bien, todo acaba dos vaqueros y un par de jerseys después. Así es, conservo todo, lo útil y lo muy inútil, porque el "por si acaso" fue un aprendizaje materno que me quedó grabado muy dentro. Y claro, cuando te cuesta desprenderte de lo material, imagina lo que puede ser dejar atrás personas o enterrar sentimientos. 

Vivimos en el momento del ya, el ahora, lo inmediato. Y la inmediatez a veces se paga muy cara cuando nos malinformamos y cuando intentamos que todo llegue y se vaya tan rápido que apenas tengas tiempo a saborearlo. La mítica metáfora del helado derritiéndose ante ti: ¿le das un gran bocado o lames poco a poco los ríos dulces que van cayendo por el cucurucho? Lo primero es obsolescencia. Lo otro es aferrarte a un tiempo en el que ¿por desgracia? no te ha tocado vivir. 

Escucho muchas historias. Mis amigas viven muchas historias que me hacen llevarme las manos a la cabeza y acabo de comprender que lo realmente hipster es vivir desequilibradamente (o algo así). ¿Por qué hay gente que tiene esa facilidad para adaptarse a los cambios? Hoy sí, mañana no. Hoy conozco a alguien, mañana ni me acuerdo. Hoy quiero pareja, mañana prefiero la compañía de siete gatos persas. Hoy te juraría amor eterno, mañana prefiero acostarme con la primera que conozca en Tinder. Y así sucesivamente. Lo obsoleto es más antiguo que nunca y lo antiguo puede tener diez años o dos minutos de vida. Todo se consume rápido y en grandes cantidades. Mejor ocho que cinco, mejor un 3x2 que algo que realmente me satisfaga. Y algo que me requiera más de tres minutos de reflexión, ya es un estorbo en mi vida.

Porque la vida pirata es la vida mejor, sí. Y la obsolescencia programada no está hecha para mí.