3.9.12

Puntos de ruptura

No es fácil empezar a escribir el final de las historias propias. La obación que cierra el espectáculo es, a menudo, hiel y miel como los miércoles. Es una obligación para colapsar el tráfico de sentimientos que contradicen mis ilusiones. Se trata de comenzar a olvidar aquel día en el que echabas por tierra mis pretéritos simples porque, sin cuestiones más profundas, tenía que ser así. 

Ya no seré la protagonista de un reencuentro de aeropuerto, de la humedad de nuestros impulsos ni del jugueteo de nuestras manos un año después. Nociones fílmicas no aptas para la vida real. Tú ya no serás testigo de la ternura que irradiaba mi sonrisa en las noches de invierno. Al  final de cada historia es razonable salir perdiendo un alto procentaje de pasión vital. Esa pasión que nos hacía parecer protagonistas de una película, desnudos frente al espejo. Por entonces, yo alcanzaba a ver tu alma reflejada y tú a intuir el rojo de mis cortinas.

Sí, esto es un adiós definitivo a las deudas que me debo y al tiempo que he invertido en tus recobecos. Esto es un adiós a la felicidad suprema de sentirte cerca. Adiós porque no quiero desearte ni la escarcha de la buena suerte.


Por los días en los que este rincón era parte de nuestra historia

No hay comentarios:

Publicar un comentario