Para serte sincera, te hubiese
querido por los siglos de los siglos, sin amén que pusiese fin a todo. Hubiese
permanecido perenne lejos de tus raíces, como los árboles de invierno. Hasta
que el cielo se nos desvaneciese encima de las copas y nos removiese las
entrañas. Si tan sólo un resquicio de ti me hubiese dado alas para reinventarte,
no hubieses echado raíces en otro cuerpo.
Sinceramente tuya,
Laura
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