28.5.13

Con la vida por delante

Esta mañana de abril nos despierta con noticias sobre un país que se desmorona. A las 9:00, otra vez casos de corrupción política y “monárquica”. Tan sólo cinco minutos después,  imágenes de los jóvenes que protestan por los recortes en una educación que ha resultado ser pasaporte internacional.  A las 9:15, les toca el turno a nuestros mayores acuciados por unos recortes que amenazan la estabilidad de sus días. A continuación, las colas a las puertas del INEM aumentan y las mujeres no están dispuestas a volver a la clandestinidad por decidir sobre su cuerpo. La sanidad pública al borde de la privatización y en dos minutos más, el momento de las familias a las que la crisis ha robado un techo bajo el que cobijarse. Acto seguido, cientos de personas que protestan a las puertas de las “quintas” residencias de quienes roban a la crisis. Y así, vuelta a empezar cada mes de abril desde hace cinco años.

No hablo desde la voz de una experta en economía ni tanteo a ciegas soluciones a esta crisis que cuestiona la vida de los españoles. Obedecer a los poderosos para que nos saquen de la ciénaga en la que ellos mismos nos han hundido, resulta la mayor de las paradojas. Y entre paradojas, metáforas y demás mentiras retóricas ellos nos hicieron parte de esto y nos dieron esperanzas para dejar de esperar poco tiempo después. Y ahora, como joven, recuerdo las palabras del poeta Jaime Gil de Biedma: “como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante.” ¿Qué queda de esa esperanza para comerse el mundo? Recuerdo cómo llegué hace cuatro años a Madrid, como si de la persecución del gran sueño americano se tratase. Ahora me pregunto de qué habrá servido el esfuerzo económico de mis padres y de los padres de tantos otros. En aquellos días de septiembre de 2009, algún profesor anticipó que la crisis del periodismo y del mundo audiovisual no nos alcanzaría. Hoy por hoy, intentamos que no nos alcance corriendo marcha atrás con el cronómetro avanzando cada vez más rápido. Y sí, nos ha alcanzado y tenemos que inventar nuevas consignas con las que impulsarnos.


En este sentido, el escritor y economista José Luis Sampedro, recientemente fallecido, mostraba en varias entrevistas  su esperanza en los jóvenes españoles y en su talento. Hablaba de una generación llena de inteligencia y valores, a pesar de la falta de ejemplo que los altos cargos les impregnaban. Yo veo el reflejo de sus palabras en mis compañeros, en mí. En la ilusión con la que muchos llenamos nuestras cabezas de proyectos que cumplir aquí o en el extranjero, para muchos eso ya resulta lo de menos. Desde luego, no vamos a dejar de luchar por mucho que algunos nos consideren el eslabón menos coherente de la cadena que les mantiene en el poder. El futuro de este país está en nuestras manos y esta aparente generación perdida, al menos, ha aprendido. Cinco años de continuos bombardeos de negatividad te hacen más fuerte, más creativo, más parte del conjunto. No sé si será cierto eso de que la generación más preparada de la Historia de España será la primera que  viva peor que sus padres…En lugar de comprobarlo, yo prefiero “llevarme la vida por delante”.

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