9.5.13

Las consecuencias de dormir en el lado equivocado


Juro que no volví a vivir un momento como aquel. La prosperidad de la noche que hizo esperar y desear cada vez más, con más ganas. Y tú y yo tontos, muy tontos, pretendiendo una inocencia que hace años se perdió en mordiscos a duermevela. Ni dormidos ni despiertos resbalábamos el vino en aquel sofá del que ya no recuerdo el color. Fue tan tierno que hasta lo ridículo quedó prendido en besos en los dientes. Fue tan fácil sonreír…con sonrisas de esas que dicen ¡adoro que estés aquí! Y me sentí grande, importante, guapa, fuerte, linda, agradable, graciosa y un millón de adjetivos más que me pertenecen sólo de vez en cuando.  Fui la mujer más atractiva de cuantas había visto cuando me senté sobre tus muslos. La voz dulce, la sonrisa preciosa, el pecho perfecto, las piernas infinitas y la belleza exuberante y contagiosa. Sentí que me merecías y te merecía y juro que no volví a sentir un equilibrio como aquel.

Fueron minutos, noches, días y juro que no volví a vivir un momento como aquel.  Después, todo aquel bullicio oportunista se quedó en un aire seco que sólo hablaba de sufrimiento y culpabilidad. Aquello pasó y juro que no volví a ser de la manera en que fui. Derroché felicidad tiempo después cuando nuestro pastel, ya podrido, ahuyentaba moscardones. Sentí pasión y euforia, a pesar de que aquel ya no tuviese tu sonrisa fácil, ésa que alborotaba a las vecinas. A pesar de que nadie volviese a ambientar el sexo con la intimidad de la música de coleccionista. Hubo gente después de ti. Me crucé con varios millones y dos o tres buscaron labio o pecho, o ambas cosas a la vez. Fui feliz, sí y juro que ahora disfruto de mí teniéndote lejos. Juro que no te extraño a ti, quizás a tus modos sí, pero no a ti. Te juro a ti, por ti y para ti que añoro con rabia lo lindo que me hacías sentir. 

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