-¿Por qué hacemos todo tan díficil cuando en realidad es tan fácil?_preguntaba un alma que despertaba al amor a otra ya experimentada.
-Nada hay más fácil que añadir oscuridad a lo claro o escombros al vacío.
-¿Y eso qué tiene que ver con el amor?
-Mucho, cariño mío. Y es que quien llena de aderezos a las personas y olvida su esencia, hace díficil lo más sencillo.
El alma al filo del enamoramiento seguía sin comprender y buscaba respuestas en el vaso de agua que había encima de la mesa. Todo seguía difuso, incluso en la pulcritud de aquel resto de agua.
-Pero...¿por qué no sé lo qué piensa? ¿por qué no se atreve a hablar con claridad?
-Quizás sean esos aderezos de los que te hablo. Esa equivocada forma de pensar que los demás no sienten, ni tienen pensamientos más allá de sus palabras. ¿Acaso no sería más fácil que hablaséis si no existieran los prejuicios, los triángulos y las situaciones retorcidas?
-Claro, pero eso es inevitable. Todos arrastramos un peso que nos condiciona a ser lo que somos y a comportarnos de esta forma tan estúpida.
-Lo sé. Eso es precisamente de lo que te estoy hablando. Pero piensa que los pesos se pueden dejar atrás cuando supongan una molestia. No olvides, mi vida, que todos somos personas y estamos en el mismo nivel SIEMPRE.
-Ya...tienes razón en todo lo que dices pero hay anclas que no te dejan caminar y de las que es muy díficil desprenderse.
-En ese caso siempre te quedará mirar a los ojos, observar las sonrisas y escuchar con atención la voz entrecortada por los nervios.
-¿Eso es todo?_ preguntó ese alma dubitativa y enamorada.
- Ésa es la llave que abre la puerta de los sentimientos ajenos. ¿Por qué quieres hacer las cosas díficiles cuando son tán fáciles? Cógela.
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