25.9.16

Libertaria

Que defiende la libertad absoluta. Libertad absoluta de pensamiento, palabra y obra. Esa era la sensación que me invadía aquel sábado por la noche. Después de haber dado portazo a varios capítulos disecados de la anatomía de nuestra historia, me despojé de todo. No había ancla, peso o cuerda lo suficientemente fuerte como para detener ese maremágnum de optimismo que me recorría en cada pálpito.

Te cogí la mano y no sentí y a partir de ahí el declive solo podía dejarnos en los huesos. A ti en los huesos, a mí en lo más parecido que he sentido nunca a la gloria más absoluta. ¡Qué paz! ¡Qué descanso acelerado! Y me senté a tu lado y por primera vez dejé de perderme en la perfección de tu sonrisa. Me vi mirando a otro lado y contándote todos los planes que me rondaban la cabeza en aquel mes de septiembre que, por primera vez, no hablaba de vueltas sino de comienzos.

Si me voy al otro lado del mundo o si nunca me atrevo a montar en ese avión, ya poco importaba. Tú simulabas interés y ya sabías por experiencia que a mí nunca se me dio demasiado bien fingir. Así la conversación daba bandazos a izquierda y derecha vislumbrando la luz al final del túnel. Y llegó el momento de separar nuestros caminos. Fríos como llevaban siéndolo todos estos meses. Ilusos, pensando que quizás algún día resulte más fácil reengancharnos de la piel del otro.

No hubo dolor. En su lugar, un abrazo algo forzado y tu mano buscando rincones que ya solo encontrarás en recuerdos...

Libertaria. Porque el punto y final esta vez corre de mi cuenta, amigo.

Eres maravillosa pero... (o las palabras que pongo en tu boca)

Eres maravillosa pero hay días en los que corres, saltas y gritas demasiado. Hay días en los que eres tan sofisticada como me imagino a las señoritas burguesas londinenses a la hora del té. Ríes dulce y lloras en silencio, con tus labios gruesos templados, como una fruta a punto de madurar. Eres maravillosa y tu boca es maravillosa pero…

Eres maravillosa porque siempre quieres ir más allá pero tengo que reconocer que hay instantes en los que tu conformismo me abruma. Eres maravillosa por nuestras noches en círculo repitiendo meticulosamente conversaciones y movimientos. Eres maravillosa pero a veces rítmica y otras, monótona. Eres maravillosa pero cambiante y temperamental. A veces.

Eres maravillosa pero creo que hay alguien que me interesa más. Eres maravillosa pero no sé si podríamos ser amigos. Eres maravillosa pero soy cobarde y quiero y no quiero y te vuelvo a odiar de nuevo. Eres maravillosa por tu voz dulce al otro lado del teléfono pero a veces extraño que no me llames. Eres maravillosamente compleja y siempre piensas cinco o seis veces antes de actuar. Eres calmada pero impulsiva, aunque a veces extrañe tus abrazos más de lo permitido.

Eres gacela y también tortuga, eres mi casa. Maravillosa en los tres casos pero demasiado instintiva en cualquiera de ellos. Eres maravillosamente dolorosa y también sanadora, pero hay tardes en las que necesito otra cosa. Eres empática, cercana, suave… Pero siempre algo egoísta. Eres callada, maravillosamente habladora con las manos, pero callada en todo lo demás.


Y entre mi encanto maravilloso y sus peros inauditos, se alienaron las pieles y los tiempos y amanecimos en el mismo lugar casi sin planearlo.