7.11.15

Como un paraguas que siempre se olvida...

Llovía de forma incesante y no era solo en la calle, también ocurría en mi vida. Llovía de una manera atropellada, irremediable y apasionada, como las idas y venidas de mis impulsos. Y ahí estabas tú, como ese paraguas que sin querer se olvida en el paragüero o aparece por sorpresa bajo las butacas rojas de un cine de los de toda la vida. Un descubrimiento de esos que disgustan al distraído y le dan la vida al poco precavido. Uno de esos como tú.

La verdad es que contradiciendo el dicho, tú sí lloviste a gusto de todos. A gusto de todos y a la medida de ninguno. Así eres tú. Escurriéndote como la lluvia que salpicaba nuestra nariz e interrumpía coqueta cualquier beso. Puede que nunca te lo haya dicho pero me gustan tus modos serpenteantes desde el día lluvioso en el que te conocí. Esa lluvia que propició el primer abrazo me hizo quererte así: chispeante e intermitente. Desde aquella primera mirada, comenzaste a llover a mi gusto y te quedaste aquí sin llegar a estar nunca del todo, como ese paraguas que siempre se olvida.




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