No tiene sentido escribir un puñado de palabras cuando, aunque tú no lo sepas, pienso en ti a menudo. No digo "siempre" porque sería mentir. ¿Con quién comparto lo que pienso si por más que me empeño en averiguarlo no sé que pienso de ti? La mente en blanco y tu voz, tus bares, tu pelo, tu sonrisa, tus curiosas zapatillas, tus..., tus... ¡BASTA! Es díficil hacerse un hueco en medio de este vacío lleno de caos.
Lo cierto es que no hace falta que me digan que no piense en ti, pues lo díficil es hacerme una imagen real de alguien que, parece un príncipe del azul más chillón que haya visto nunca.Si no fuese porque los cuentos dejaron de tener sentido y porque el número 37 es la respuesta a tantas cuestiones "filosóficas", no dudaría de que eres tú. Ya lo sé. Muy idealizado, pero... ¿qué quiere decir...?¿qué...? ¿por qué...?¿qué hago si aunque tú no lo entiendas y ni siquiera lo sepas, casi me invento tu nombre?
A veces, tomar el Sol quema demasiado, como ocurre al escribir sobre los típicos tópicos. A veces, sólo a veces, tomar la Luna o escribir sobre lo incomprensible resulta menos problemático y más estimulante. O eso dicen…
27.4.10
2.4.10
Punto de inflexión.
Cierto día de algún mes indeterminado comprendí que el invierno no siempre daba paso a lindas primaveras. Lo que comenzó hace años se ha enrarecido hasta tal punto que ya ni siquiera sé cómo llamar a esto sobre lo que hoy escribo.
Debieron ser las ventiscas, los copos de nieve, la lluvia intermitente o ¡qué se yo!...Quizás fuese la ciclogénesis que vivimos hace unas semanas. Lo cierto es que el invierno acabó con casi todo. Es díficil encontrar retales de otros tiempos y más díficil aún concienciarte de que será complicado repetirlos.
Quien predijo grandes reencuentros se equivocó. También obró erroneamente quien escuchaba canciones que rezaban "Siempre quedará nuestro fin de semana" y creía que ocho meses después repetiría esas palabras rodeado de su gente en plena calle a altas horas de la madrugada.
No es envidia de sus vidas. Es impotencia porque algo te está obligando a dejar de formar parte de ellas. Eso que quede claro.
Debieron ser las ventiscas, los copos de nieve, la lluvia intermitente o ¡qué se yo!...Quizás fuese la ciclogénesis que vivimos hace unas semanas. Lo cierto es que el invierno acabó con casi todo. Es díficil encontrar retales de otros tiempos y más díficil aún concienciarte de que será complicado repetirlos.
Quien predijo grandes reencuentros se equivocó. También obró erroneamente quien escuchaba canciones que rezaban "Siempre quedará nuestro fin de semana" y creía que ocho meses después repetiría esas palabras rodeado de su gente en plena calle a altas horas de la madrugada.
No es envidia de sus vidas. Es impotencia porque algo te está obligando a dejar de formar parte de ellas. Eso que quede claro.
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