23.1.13

El invierno

Hoy he sentido el peso de la nieve en las pestañas. Al parpadear, cada copo ha formado algo difuso sobre el mantel de la mesa de la cocina. He tratado de emborronarlo sin tiempo para comprender que ya lo he vivido antes. Y una vez que he sentido el pulso inerte, me he desvanecido entre la gélida y mullida nieve del portal.

No, aún no he muerto.

Me he recostado en la nieve rezagada, aquella que siempre se desprecia por acabar manchada entre el barro. Las marcas de los neumáticos han bordeado mi silueta y ya sin fuerzas para escapar sólo me ha quedado recordar o morir.

Tú, que a menudo has sentido nostalgia al observar el vaivén de las olas, no alcanzas a entender de qué hablo. Lo sé. He vuelto a sentir el peso de la nieve en las pestañas, ¿no lo entiendes? He vuelto a ver perros negros cubiertos de blanco, a hipnotizarme con el ritmo que marcan los copos resbalando de los pinos, a sorprenderme de la exacta predicción metereológica de quien admiro...He deseado volver a morder el hielo y sentir aquellas peleas inocentes que te tumban al filo del timbre del recreo. He vuelto a ser gracias a esto que, hace un tiempo, era mi invierno.

Sí, aún recuerdo.