28.3.10

Una historia más

Me contó que los retazos de algún instante que creyó dejar atrás reaparecieron en un tiempo presente. El recuerdo velado de una mirada sobrepasó la barrera que existe entre lo mental y lo real. Así, comprendió que si se deslizase hacia él, incluso podría acariciar sus párpados con las yemas de sus dedos.

Tenía claro que sus miradas se habían cruzado en un ambiente brumoso que venía dado por el humo denso de los cigarrillos de quienes dejaron pasar inadvertido el instante que me describía. Las paredes que envolvían aquel lugar debían contar con un decorado psicodélico que le daba ese toque de utopía al instante que ella apenas se dio cuenta de estar viviendo.

Sólo recordaba su mirada; como si nada más existiese. Curiosamente, la imagen mental que creó de aquella mirada venía envuelta por un tono rojizo. Pensaba que, quizás. esto sea producto de las "mariposas" que le reconcomían el alma en aquel momento o que, simplemente, se tratase de una evocación cinematográfica de cierta película americana.

Se lamentaba de haber infravalorado aquel instante en el momento en el que estaba teniendo lugar. Seguramente anhelaba tanto que ocurriese que sólo había comprendido su "valor" al día siguiente, cuando el amanecer arrojó la luz necesaria a sus pensamientos.

La información asimétrica estaba ocurriendo al mismo tiempo que ella me relataba su experiencia. Esta vez, dicha información había dejado atrás el nivel económico para ir a atracar al mundo sensible. Mientras las palabras salían intermitentemente de su boca, su cabeza vagaba por una habitación dos calles más arriba, donde suponía que ál dormía plácidamente sin concederle ninguna importancia a un instante que, probablemente, no la tuvo.

No podía remediarlo. Una mezcla de alegría y desasosiego la invadía cuando vaticinaba que aún le quedaban por vivir algunos instantes semejantes con la misma persona durante aquella semana. Después, sus teoría amorosas se atrevieron a argumentar que, sin duda, los choques frontales de miradas con otras personas y en otros lugares volverían a ocupar lo absurdo de los domingos.

22.3.10

Madrid.

Hay quien vive la vida de frente, aprovechando las oportunidades o contradiciendo sus posibilidades para conseguirlas. Hay quien, simplemente, vive en la retaguardia y se ancla a un pasado resuelto y a unas convenciones, sin aspirar a cimentar un futuro propio. Hay quien aspira y, también, quien ambiciona. Quien llega a un paraíso y no se adapta. Hay quien se opone a fracasar y…quien fracasa por sistema.

Cuando Madrid se cruzó en mi vida, como un mini Hollywood donde los sueños se hacen realidad, no fui consciente de lo que la ciudad encerraba. Unas semanas después, descubrí que entre calles de cuatro carriles y pasos de peatones infinitos se escondían mil vidas anónimas. La vida del madrileño. La vida de quien dejó su país atrás en busca de algo que le permita regresar “mejor” que en un comienzo. La vida de quien, como yo, llegó a Madrid a estudiar, dejando atrás un pequeño lugar que ambientaba cada escena de su vida hasta entonces. En definitiva, la vida de quien se ilusiona y se decepciona casi a un mismo tiempo abrumado por la dimensión y el anonimato.

No sé si existirán lugares de ensueño, pero estoy segura de que existen lugares donde los sueños esperan y desesperan por una oportunidad. Quizás pasen años hasta que descubra qué esconde Madrid realmente. Quizás…